Si los invitados son más de 12, de todas maneras conviene hacer dos o más mesas de seis u ocho personas. De otro modo, es difícil comunicarse y el ambiente nunca sube a una temperatura cálida y acogedora. En caso de una sola mesa grande, por regla general, se conversa un momento con el compañero de la izquierda y luego con el de la derecha.
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| Etiqueta en la mesa |
Para que la reunión sea animada hay que invitar por lo menos a un buen conversador, a algunas mujeres simpáticas, a algunos hombres buenos mozos y a un hombre solo, porque añaden interés a la reunión. Y alguien bueno para escuchar, porque demasiadas estrellas pueden conducir al desastre. Hay que saber mezclar, recordando que a los políticos les interesan los artistas, a los diplomáticos la gente de gobierno, a los extranjeros personas que se destacan localmente en las actividades de su país. Siempre hay que tratar de mantener más o menos un mismo nivel de importancia: no se invita al gran cantante de ópera con el tío sordo que no lee ni el diario.
En un salón todos deberían sentirse alagados de estar ahí, en compañía del resto de los asistentes.
Cómo sentar a la mesa
Los matrimonios se sientan separados.
Los dueños de la casa ocupan lugares enfrentados, si hay una sola mesa. Si hay dos mesas, los anfitriones se sientan uno en cada mesa. Si son más, se deben poner a invitados de cierto rango en el lugar más destacado. El sitio de honor de una mesa grande es de espaldas a la pared, tradición que se remonta a las épocas en que el hombre descubrió el placer de sentarse a comer y por seguridad.
Conviene poner a la entrada del comedor un plano de orientación que es una réplica de la mesa o mesas. Existen tableros especiales -generalmente forrados en cuero o terciopelo- en los que se disponen tarjetitas con los nombres de los invitados. Cada cual busca su lugar y ve entre qué personas le tocará comer. Delante de cada plato se pone una tarjeta, de más o menos siete por 11 centímetros, doblada en dos a lo ancho, con el nombre del comensal, o delgadas en agarradores bonitos.
Si se trata de una comida mediana o pequeña, y la dueña de casa cree que no memorizará el lugar de las personas, le conviene escribir en un papel su distribución en la mesa. A mí no me importa nada consultar con mis notas al sentar a mis invitados. Es mucho peor la confusión que se crea cuando nadie sabe dónde le corresponde quedarse.
Los hombres no se sientan antes que las mujeres, y éstas esperan una señal de la dueña de casa para hacerlo.
El anfitrión tendrá a su derecha a la señora de más rango o casada con el invitado de más rango, o a la de más edad, y la anfitriona, al invitado más importante o de más edad. Si está presente una ministra, diputada, alcaldesa, etc., a quien corresponde el sitio de honor, su marido -si no tiene cargo similar al de su mujer-, no va a la derecha de la dueña de casa, este sitio lo ocupara quien, protocolariamente, lo merezca. La mujer no pasa su rango al marido. De no haber presente una autoridad destacada, el puesto de honor lo ocupa la persona que viene a casa por primera vez.
Hay mucha gente sola, un hombre sin mujer -por caso de soltería, viudez o divorcio- y mujeres sin marido. En estas ocasiones, el dueño de casa sienta en frente a la invitada de más categoría y procede como si ella fuera la anfitriona, o la pone a su derecha. Esto último es conveniente en mesas redondas.
En una mesa de ocho personas siempre la dueña de casa sienta frente a ella a su invitada de honor o a la más importante, con el dueño de casa a la izquierda de la invitada. Con 10 personas, la pareja de dueños de casa se sienta frente a frente y a la derecha de ambos los invitados más importantes.
Con 12 personas se reproduce el caso de ocho. Esta vez el dueño de casa ocupa uno de los centros o extremos, presidiendo con el invitado de honor.
